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Como diría el sainete clásico, los tiempos cambian que es una barbaridad, y como uno no se ande listo se queda más atrás que el carburo, sí hombre, cuando el carburo se usaba para alumbrar algunas viviendas que esto lo desconocen las nuevas generaciones. Así que nuevas profesiones urbanas ponen en entredicho la educación y por ende los valores recibidos y los que las nuevas formas sociales imponen, sin posibilidad de hecho de analizarlas o enjuiciarlas. Por ejemplo, hace unos años, cuando alguien se metía sin permiso en una vivienda o en un edificio que no era suyo, pues se le decía que había cometido el delito de allanamiento de morada. Ahora no, ahora se les denomina ocupas, o mejor, siguiendo normas ortográficas alternativas, okupas, y no sólo ya no es delito sino que se considera un avance de lucha social de grupos políticos que, al no entrar en el sistema democrático, también se llaman alternativos. Igualmente si alguien te vomitaba en el portal voluntariamente –porque antes no había porteros automáticos donde hacerlo como ahora-, o tiraba los envases de vidrio de las bebidas que se tomaba en la vía pública incluso rompiéndolos, o cantaba hasta altas horas de la madrugada, molestando al vecindario o impidiéndole caminar o acceder a sus viviendas, pues se les podía llamar desde gamberros puros y duros hasta incluso subversivos; incluso había una llamada Ley de Vagos y Maleantes que te podía aplicar. Ahora no, gracias a los avances sociales se les denomina con el genérico de movida, y no sólo no se reprimen desde los organismos oficiales, sino que incluso se libran partidas presupuestarias para organizar esta movida y subvencionar los gastos que ocasionan –transportes públicos, uso de polideportivos, actividades paralelas etc.- Tampoco hace unos años a nadie se le hubiera ocurrido construir una casa, chalé, mansión etc. en parajes pintorescos, cercanos a la ciudad o en la sierra etc. sin licencia de obras, ni proyecto visado por ayuntamiento o sin plano de arquitecto respetable. El ayuntamiento lo hubiera impedido de inmediato echándoles a aquellos municipales con gorro de escupidera en la cabeza y porra en la cintura. Ahora no, ahora se les llama parcelistas ilegales y se van, legalizando poco a poco, cobrándoles hoy el IBI –antigua contribución urbana-, dándoles agua y luz mañana y metiéndoles en el PGOU al cabo de los años por aquello de los hechos consumados. Fíjate si la cosa ha cambiado que hasta el Aeropuerto que le molesta a estos parcelistas ilegales, lo van a mover de sitio para evitar daños mayores. Pero donde más hemos avanzado es en la libertad de expresión. Antiguamente recuerdo que sólo por poner un par de letreros en mi barrio –Ciudad Jardín- de lo más inocentes –Libertad, o justicia o incluso trabajo- se lanzó toda la policía gubernativa y metió a varia células políticas en la cárcel. Ahora hay docenas de mozalbetes que lo mismo pintan monumentos que señales de tráfico, lo mismo usan sprays de colores que diamantes sobre las lunas de los escaparates y lo mismo hacen curiosos murales polícromos que esbozan sólo la impronta de su logotipo y que no dejan pared o muro, público o privado sin su sello, pues bien se les llama grafiteros e incluso algún director de periódico local ha llegado a decir que le gustaría tener uno de sus garabatos en su despacho. Hasta el ayuntamiento organiza jornadas para ellos y se habla incluso de subvenciones.
(autorizada su reproducción citando procedencia)
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